Enfermeras de Lanzarote en Bolivia
Misión Compartida
María Lloret Díaz y Virginia Castro Cabrera relatan su experiencia como enfermeras en el país andino
17 de febrero del 2009; Hora: 13.00, Vuelo: 5L0748; destino: Aeropuerto de Viru-viru, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. Comienza nuestra increíble experiencia.
Aterrizamos, y parte de la comunidad de dominicas fue a recibirnos, mis ojos no podían cerrarse de camino a la que sería nuestra casa en los próximos casi dos meses, me embargaba la emoción y por las miradas que cruzamos, sé que a mi compañera de aventuras, también.
Nuestra residencia fue la casa de la Comunidad, situada en el barrio Plan 3000, el cual fue formado para alojar a las 3.000 familias que sobrevivieron a las inundaciones del río Piraí en 1983, en Santa Cruz de la Sierra. La ciudad se divide en 10 anillos concéntricos, el primer anillo es el centro, zona comercial y de negocios, según se van alejando los anillos va aumentando las condiciones de pobreza y miseria, a partir del cuarto anillo las calles de los barrios no están asfaltadas. El nuestro estaba en el octavo, así que las condiciones de salubridad, higiénico-sanitarias y de vivienda eran mínimas, por no decir inexistentes en muchos casos. Nuestro lugar de trabajo fue el Microhospital Virgen de la Milagrosa, en el Barrio Plan 3000.
Comenzó nuestra vida como bolivianas de adopción. Tanto en la casa, como en el hospital, nos acogieron como uno más del equipo, lo que nos facilitó mucho adaptarnos al cambio, era la primera experiencia que vivíamos de ese estilo, y aunque estábamos con muchísimas ganas e ilusión, y seguras de lo que estábamos haciendo, eran muchas y diferentes las emociones que recorrían nuestro cuerpo.
Su cultura, su gente, sus formas de vida, sus costumbres, todo era diferente, y todo ello provocaba en nosotras un conflicto de sentimientos y muchas reflexiones.
La forma de trabajar, la precariedad de recursos y materiales, o la falta de ellos, eran evidentes en el día a día. Hacer gasas, compresas y apósitos con nuestras manos, o esterilizarlos para luego usarlos, era el pan de cada día. Si no se hacía eso, no se podía trabajar. Había que reutilizar, jeringas, guantes, gafas nasales, sondas de aspiración, reutilizar ingeniosamente los trocar para cirugías laparoscópicas, (equipos que eran llevados desde España), a los cuales cosíamos preservativos femeninos y re-esterilizábamos para poder seguir utilizándolos en las colecistectomías laparoscópicas. Todos estos son pequeños ejemplos de cómo se agudiza el ingenio con la falta de medios; la dedicación y disposición de los trabajadores del lugar era admirable.
Vivimos la experiencia con un constante sabor agridulce, pese al bienestar que conllevaba estar allí, y dedicar nuestro tiempo a ellos las realidades que viven los bolivianos, al igual que en otros muchos países del mundo, son muy duras, crudas, miserables, e injustas en la mayoría de los casos.
En cuanto a la sanidad, es privada, y teniendo en cuenta la pobreza que invade al país, vimos situaciones muy duras dentro y fuera del hospital: niños, padres y abuelos enfermos de dengue (llegamos en plena epidemia, de la cual salimos airosas, aún no nos explicamos cómo; varias monjas de la comunidad donde vivíamos enfermaron, y todas en la casa usábamos los mismos métodos para prevenir la enfermedad: mosquiteras, repelentes…)
Escuchabas llantos de padres de familia que no podían hacer frente a los gastos sanitarios, maltratos, injusticias, asesinatos, amenazas, y además veías morir a gente por no tener dinero para pagarse las medicinas o su estancia hospitalaria: todo ello fue algo muy difícil de digerir; de hecho, probablemente sea “indigerible”, es lo que toca, y punto. Suerte que el hospital donde estábamos pertenecía a la fundación “Hombres Nuevos”, que junto a las dominicas se preocupaban en que estas situaciones no fueran la orden del día. Era de los hospitales más baratos de Bolivia, y de los que más ayudas daban a los necesitados, que por desgracia en el barrio son la mayoría, aunque como en todos lados las desigualdades sociales dentro del país, eran evidentes, ver un Hummer junto a un cartel de “farmacia” o “abogado” pintado a mano sobre una puerta, resultaba cuanto menos, impactante. Ricos, pobres, corrupción, desigualdad… todo va incluido en el mismo saco.
Fueron casi dos meses de trabajo, pero también de ocio, de momentos buenos y malos, llenos de sentimientos y experiencias tan intensas, imposibles de expresar con palabras: hay que vivirlo. Y creo además que debemos vivirlo, tenemos una gran responsabilidad, cada uno de nosotros con el Tercer Mundo, y con los desfavorecidos. Las personas de esos barrios no son un número más en la lista de pobres en el mundo, son personas con nombres y apellidos, que sufren día a día por cosas que, éste, el primer mundo, no sufre, ¿por qué? Pueden ser muchas las explicaciones, pero el resultado, en definitiva, es sólo uno, desigualdad. Ver niños por la noches, solos, sucios, descalzos y semidesnudos, calles sin asfaltar, lugares donde un enfermo grave sin dinero, probablemente morirá; casas de barro, estiércol y paja, o chozas de madera donde viven 12 personas en un mismo cuarto, son situaciones ante las cuales no podemos hacer la vista gorda, como si no fuera con nosotros las realidades que viven esas personas: vivimos en el mismo planeta, y es responsabilidad de todos. Ellos no deben ser la consecuencia del mundo rico.
Miseria, asombro, tristezas, dolor, alegrías, ganas, llantos, sorpresas, supervivencia, diferencias, risas, culturas, injusticias, son palabras que podrían definir en cierta manera la mayoría de los momentos que vivimos juntas en ese país. Ojala nuestras palabras consigan remover sentimientos, conociendo uno de tantos casos de las injusticias que se viven, y haya quien se anime a poner otro grano de arena, para cambiar éste, nuestro mundo.
Gracias a todos los bolivianos que nos aceptaron con los brazos abiertos. GRACIAS a las Dominicas por facilitarnos tanto las cosas: M. Angeles, Ana Mª, Juana y Gracias a ti, tía, por ser la llave que abrió la puerta para poder realizar nuestro sueño.