Noticias

Jóvenes misioneros en Cuba


Jóvenes

Dentro de la peregrinación de la Virgen de la Caridad del Cobre por la Isla.

En Cuba la mayor de las Antillas, los obispos decidieron hacer una peregrinación como preparación para celebrar los 400 años del hallazgo en la bahía de Nipe de la imagen de la Virgen de la Caridad, la patrona de Cuba, llamada la Mambisa, nombre que se le da a esta Virgen, porque los insurrectos se llevaron por un tiempo esta imagen a la manigua para acompañar y proteger a los cubanos en la búsqueda de su independencia.
Con este espíritu festivo, de alegría y espera a la llegada de la Virgen, en una pequeña capilla, “Jesús Obrero”, de un barrio llamado Fanguito, cinco jóvenes que forman parte de un grupo juvenil cristiano (VIDA) han sido invitadas para viajar a Villa Clara una provincia del centro del país, con el objetivo de ‘trabajar’, una palabra que da muy poca información, pero tomando en cuenta que teníamos una semana de vacaciones, sin pensarlo, como jóvenes, al fin aceptamos ir con mucho entusiasmo, aún sin saber que haríamos realmente, donde dormiríamos, como serían las personas del lugar, si nos recibirían con alegría o nos rechazarían.
La hermana de la capilla que nos invitó quedó sorprendida, porque pensó que probablemente tendríamos planes para nuestras vacaciones, como ir a la playa o de fiesta con nuestros amigos, pero es ser joven, ser arriesgado, apasionado, apropiarse de la alegría y de la fiesta como algo irrenunciable en la vida y vivir con valentía y aceptar los retos, apostar por la esperanza, aunque todo parezca perdido porque ser joven, y joven católico, es vivir con mayor intensidad la aventura de la vida y la gran aventura de la fe.
Cuando estábamos en el auto que nos llevaría a nuestro destino, observaba las miradas de cada una, los ojos brillantes y llenos de curiosidad. Pregunté a cada una que pensábamos que haríamos y una dijo que sería como ir a un campismo y el trabajo sería fácil, otra que iba a conocer un lugar nuevo e iríamos a las casas a llevar la noticia de la llegada de la virgen y que estábamos en semana santa, otra pensó que el trabajo sería visitar enfermos, ayudar en la capilla de la ciudad y dar catequesis a los niños de alguna comunidad aledaña. Al llegar nos dieron acogida, con mucho amor las Siervas de San José y vimos que como nosotras había otras jóvenes, algunas de ellas postulantes y nos hicieron sentir como en casa. Fue entonces cuando nos dijeron que haríamos realmente ´´MISIONAR´´.
La palabra nos era conocida y tomamos la noticia con mucho entusiasmo. Esa misma tarde nos dividimos para conocer las distintas comunidades, salimos de la ciudad y nos encontramos con grandes montañas y pueblos entre ellas, creo que ya no nos acordábamos de la belleza de los campos de nuestro país y de las rectas palmas que lo adornaban. Al día siguiente comenzamos con la misión en un pueblo llamado ´´Carranchola´´ y creo que este por ser el primero, fue el que nos enseñó las cosas más importantes de este viaje y sobre todo que es realmente misionar. Yo y mis compañeras creímos que no sería tan difícil el hecho de anunciar la llegada de la Virgen y llevar la palabra de Dios a la gente de este pueblo, y pensamos que lo único que enfrentaríamos sería el miedo de hablar, que las personas pertenecieran a otra religión y nos rechazaran. Pero no fue hasta que entramos a la primera casa que descubrimos el verdadero significado de la misión, que no era solo anunciar, sino mucho más. Nunca nos imaginamos las condiciones de pobreza de algunos, la ignorancia de otras que no tenían idea de quien era Jesús ni la Virgen, los problemas que tenían muchas personas que enfrentar a diario, tanto económicos como personales, y los más impactantes los de personas que llevaban años cuidando a sus hijos o esposos enfermos y, a pesar de todas las dificultades, mantenían la esperanza y la alegría de vivir. Lo que más nos movió fue la acogida de la gente, la alegría de muchos al saber que la Virgen llegada, las lágrimas en los ojos de hombres de trabajo al ver la imagen que regalábamos en todas las casas y realmente no sabría explicar de dónde sacamos las fuerzas para dar aliento, escuchar y acompañar en las tristezas a estas personas y sobre todo dar esperanzas y un rayito de fe. Recorriendo diferentes pueblos descubrimos que las personas necesitaban de la fe para vivir, pero viven en lugares tan apartados que no pueden ir a la iglesia, sin embargo existían pastores que divulgaban otras religiones y las personas escuchaban y practicaban algunas de estas religiones, sin saber ni siquiera el nombre de éstas, por el simple hecho de que necesitaban tener a Dios en sus vidas y yo creo que éste es el reto de la Iglesia hoy: llevar a Dios al mundo y de darle un poco más de valor a la mujer por que hay pocos sacerdotes y mucho pueblo.
El miércoles nos separamos y nos fuimos a convivir en comunidades diferentes, nos sentimos un poco tristes porque era bueno compartir todas juntas, pero era necesario porque aún faltaban muchas comunidades por misionar. Las personas de las comunidades nos dieron una cálida acogida como si fuéramos parte de ellos. Aprendimos muchas cosas, entre ellas hacer celebraciones y ser Iglesia, porque ser Iglesia es formar parte de la comunidad y creo que esto realmente lo logramos.
Nos gustaron muchas cosas de este viaje, son innumerables las anécdotas del viaje y fue divertido cuando nos reunimos el sábado y contamos las historias vividas. En la noche participamos de la vigilia pascual en la Catedral de la ciudad fue una celebración muy bonita.
 De esta experiencia nos llevamos el mensaje de que para encontrar a Dios no hay que renunciar a lo humano ni llevar una existencia de privaciones tratando de ser perfectos en todo lo que hacemos, porque Dios está presente en todo lo que vivimos y nos rodea, especialmente en los humildes y necesitados. Por eso necesitamos ojos de fe para descubrir a Dios en todos los acontecimientos de la vida y personas con el corazón atento al llamado de descubrir, amar, servir y compartir con los demás.


Yarelys de la Caridad Sánchez Rodriguez